Desafiando Fronteras 

En el espacio loft, las separaciones van más allá del tradicional muro. “Se puede también dormir en la cocina. Y pelearse, y amar”.(*) Un espacio, infinitas posibilidades: comemos en la cama, leemos en el baño, trabajamos en la sala de estar…Tener la libertad de acomodar el espacio como se prefiera, vivirlo como se prefiera… con todos los sentidos. ¿Cómo desafiamos las fronteras para ser libres a través del diseño? Un espacio potencial para la vida contemporánea El ADN de este loft, es la doble altura y su estructura de hormigón visto. Espacios diáfanos y amplios, grandes ventanales. En el estar, la doble altura está habitada por luminarias, objetos de arte y un biohogar que es el corazón de la vida social. El estar y la cocina funcionan juntos. Cambio de niveles, colores y texturas en el solado crean sectores virtuales en esta gran caja arquitectónica. La posibilidad de poner límites está dada a través de unas “grillas de madera” que se embuten en el módulo que conforma la cocina/vestidor. Estas grillas funcionan como fronteras difusas, al correrlas, la configuración del espacio cambia para generar un ámbito más privado “me puedo encontrar con otros al tiempo que estoy al resguardo”. La tecnología se integra al espacio a través de la domótica que posibilita comunicar, controlar y optimizar diferentes sistemas que hacen al confort, al entretenimiento y a la sustentabilidad de este espacio loft generando diversos escenarios y una infinidad de posibilidades de uso diario. La búsqueda de la calma, en medio de la vorágine cotidiana se logra a través de una atmósfera teñida de blancos, grises y verdes, mientras que elementos nobles como la madera y la piedra aportan calidez de hogar. Esta paleta cromática y de materiales se mantiene en las diferentes estancias otorgando unidad visual y estética. También la desconexión de la vida citadina, se logra habitando la terraza exterior con zonas de relax mucho verde y sonidos de la naturaleza. El alma del espacio, describe a quien lo habita. ¿Quién lo habita? Martín, 42 años, soltero. Un espacio donde el “yo es amo de su casa”, ninguna mirada que lo juzgue. Un lugar para estar solo consigo mismo y encontrarse con otros. No es de cocinar (dice que no tiene tiempo) pero si de vez en cuando disfruta de hacer un asadito. ¿Cuál es su preferencia estética? Un espacio sofisticado y elegante, con toques de calidez y algunas notas de arte. ¿Cuál es su capricho? Café y una botella de champagne bien fría siempre a mano en su dormitorio. El espacio expresa su masculinidad y su poder pero también su sensibilidad a través del arte que estimula los sentidos e interpela a quien lo visita. (*) Bernard Tschumi, “The Manhattan Transcripts”